domingo, 19 de octubre de 2014

La próstata.


La próstata.
Un día que recuerdo como si fuese ahora mismo, 19 de octubre de 2008, me dijo apesadumbrado. Parecía que estaba ante el final de todo y que el asunto le afectaba profundamente.

-Manuel: hace tres años que no puedo orinar como es debido, me resulta una fatiga que en ocasiones se hace dolorosa y me obliga a ir al baño cada media hora y además me meo en los pies… He padecido esta situación en silencio hasta que me he decidido a ir al urólogo y este me ha dicho que tengo la próstata hecha un globo y en la analítica el PSA de me ha salido por los cielos. La medico, la Dra. “E.C…” una mujer bien parecida y con un porte magnífico, me ha cosido con prescripciones que no podré relatar por que exceden en mucho mi sentido del pudor…-

Sabéis que yo soy la voz de la conciencia y en mi condición de peregrino del alma no puede entrar en la falsedad, hace años que mi lecho es una alfombra de malvas...
En la transcripción de las declaraciones prescindiré de todo lo escabroso del asunto, que es mucho, y me centraré en lo que tiene interés científico e informativo. Trataré todo aquello que pueda servir para mis lectores y también para aquellos camaradas de infortunio que estén padeciendo el mismo trance. Espero que les servirá de ayuda y tengan la misma suerte que tuvo nuestro comunicante. Sobre este tema me dijo Rufino:

- Si se tratara de otra persona el asunto es divertido y aunque es delicado produce escenas para troncharse de risa. ¡Mira bien lo que te digo! Creo que me lo pasaría en grande si los hechos hicieran referencia a ti, si se tratara de tus afecciones, pero resulta que soy yo el que pone las timideces en la parrilla y me contemplo como un ternero descuartizado…-

Esa confesión me dio pié a hacer lo que hago; si él dijo que sembraría la tierra con mis “vergüenzas” yo haré lo mismo con las suyas. No obstante seré prudente y respetaré su voluntad no relataré nada que pueda ser ofensivo a su persona o pueda producir imágenes hirientes para el lector.
Me contó con pormenores detallados todo lo que le iban a hacer para mejorar su próstata. Entre las pruebas había alguna realmente chocante que la Dra. E.C. solucionó con unos consejos profesionales comprimidos y llenos de calor humano. Para hacer un diagnóstico preciso le indicaron que tenían que hacer un cultivo de orina y otro de semen. Él les preguntó que como iba a extraer el semen si tenía el pene como un pingajo:
 -Una chufa reseca y muerta.-  
Estas fueron sus palabras.
Me dijo con infinidad de detalles cual era su situación, frases, expresiones, gestos, mohines, evocaciones y diagnósticos que no tienen transcripción en el mundo de las imágenes y menos aún en el de las palabras, solo cave entender algo en el misterioso trasiego de los sentimientos. Para explicarlo y entenderlo hay que hacer una abstracción de nivel intelectual complejo, y la verdad, ¡el relato no da para tanto! Si se tratara de una tesis sobre el tema describiría la fluxometría que le hicieron aquel mismo día. Después de hacerle beber dos litros de agua y de retenerlo sin orinar más de tres horas: una preciosa enfermera le puso delante una garrafa con un embudo y esta conectada a una máquina que medía el flujo de orina que salía. Pues bien: la Dra, E.C. pudo evidenciar como los dos litros de agua salieron gota a gota tras pasar por la glandular del dolor… El diagnóstico era claro.
Estamos ante la disposición cruda de la realidad, la imagen terrible que siempre acompaña y hace de sombra a la sonrisa floreciente de la vida. Su rostro nos sitúa en el plano de los escabroso y nos hace mirar de frente aquello que en el cuerpo tememos como extraño. El dolor y el miedo nos obliga a ver las galerías subterráneas del organismo, la mecánica de las vísceras, los resortes y glándulas malolientes. Entonces tenemos que considerar de nuevo los rincones protegidos por el pudor, ocultos con lencería y aromas de flores: ¡es pura ficción! Esta realidad inminente, sin demora, sin tapujos ni enmascaramientos, nos obliga observar de frente la parte “fea” de la vida. Cuando el mal acompaña al cuerpo hay que mirar en las cloacas, oler los fétidos sumideros, degustar los albañales y mirar dentro de nosotros con estupor. Entonces nos vemos como una bella idea, una retahíla de sueños que se desploma dentro de un saco de inmundicia. En los corredores internos todo es oscuro y maloliente, siniestro y doloroso, temido y misterioso. Se revela lentamente con los años, se muestra por el fluido de las salidas y el contenido de las entradas: estas son las tapaderas de las cloacas.
-Me ha dado las prescripciones y entonces he tenido que puntualizar… Últimamente tengo el pene como un pergamino, no puedo hacer con él absolutamente nada, aunque me hagan la danza del vientre y me canten al oído las canciones más tiernas, no siento nada. Entonces ella se ha levantado de la silla y me ha indicado un lugar de la sala.
¾Desnúdese y túmbese usted ahí por favor-


No hay comentarios:

Publicar un comentario